sábado, 7 de abril de 2012

Educación libertaria: otro modelo de enseñanza.


                         



   Muchos padres y profesores se quedarían atónitos ante la idea de imaginarse a un grupo de niños correteando a sus anchas por el colegio, sin ningún tipo de horarios, clases asignadas o exámenes cada trimestre. Imaginarse a niños que viven bajo una anarquía escolar es algo prácticamente impensable para la gran mayoría de la sociedad, pero este sistema pedagógico existe en nuestro país desde hace ya más de un siglo.

   Las escuelas libertarias aparecieron de la mano de Francesc Ferrer i Guardia, pedagogo libertario que inauguró la primera escuela moderna en 1901 en Barcelona, ganándose así la enemistad de los sectores más conservadores. Este tipo de educación alternativa a la oficial ha ido evolucionando a lo largo del tiempo. Actualmente estas escuelas se definen por creer firmemente en que la enseñanza reglada perjudica a las personas, independientemente de que ésta sea pública, privada, laica o religiosa. Para los libertarios la enseñanza oficial moldea las mentes de los individuos para hacerlos sumisos al poder establecido, a la vez que eliminan el espíritu crítico y fomenta el autoritarismo e individualismo.

   Cada escuela libertaria tiene su propia personalidad, pero parten de la base de unos principios comunes, opuestos a toda enseñanza reglada. Como bien indica su nombre, el más importante es el principio de libertad, que no es compatible con el de la irresponsabilidad, añadiéndole a esto  el respeto y apoyo mutuo. 
   Se fomenta el ansia por saber, sin obligar bajo ningún concepto a que se canalice la información, sino que el profesor, llamado "adulto", respeta en todo momento el ritmo de autoaprendizaje y educación individual. Estos principios suelen aplicarse fundamentalmente en lo que se llama "proceso de socialización", que implica a niños de entre tres y ocho años. Según los libertarios, todo ser humano despierta la curiosidad por saber, y ese es su propósito durante esta fase, no enseñar, sino ayudar a los niños a educarse a sí mismos, que quieran aprender por el mero hecho de tener una vida más plena.

   El proceso intelectual llega cuando el alumno comienza a interesarse y a realizar preguntas. Cualquier tema por el que muestre interés se complementará con otros aspectos intelectuales. Si a alguien le gusta la pintura, no sólo aprenderá arte, sino que también conocerá aspectos como de dónde proviene el material que utiliza para realizar sus trabajos (química) o la formación de los colores. Si a un alumno le gusta tocar la trompeta o la guitarra, además de dar clases de interpretación, también se le introducirá en el mundo del lenguaje musical. 

   A pesar del carácter  libertario que define a estas escuelas, en ningún momento se intenta adoctrinar a los niños; no se desea crear libertarios: en la bibliotecas de los colegios e institutos existen libros de todo tipo, desde profundos pensadores anarquistas hasta autores de extrema derecha. También es importante la relación con la naturaleza, la comprensión de la misma, el respeto hacia ella y la capacitación de los niños para poder vivir y cultivar de ella sin destruir el ecosistema.

   En una escuela libertaria todos son importantes y existen en la menor medida posible los cargos piramidales (sociedad estratificada). Todos aprenden de todos, niños y adultos; existe siempre una relación recíproca, un feedback de conocimiento. Para ello, se crean asambleas de discusión y promueven los debates para despertar en los pequeños la capacidad crítica y convertirse así en personas libres y autónomas.

   Se podrá estar más o menos de acuerdo con este modelo pedagógico, pero lo cierto es que, guste o no, un niño nunca podrá ser libre en su totalidad y, por lo tanto, no lo podrá ser en su vida de adulto, porque todos, absolutamente todos, estamos influenciados desde el preciso momento en que nacemos, porque somos la consecuencia de unos actos ajenos. Nos convertimos en lo que somos condicionados por un adulto, entorno o cultura. Un libertario siempre será libre dentro de los parámetros de esa libertad condicionada.


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